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Y en eso llegó Mamdani

Por Eli Gómez Alcorta (abogada feminista y de DDHH y profesora universitaria) y Emiliano “Gaita” Ameigeiras (Primera Línea y La Cola del Diablo)

La victoria de Zohran Mamdani en Nueva York no es solo un giro electoral: es una señal profunda en tiempos de avance global de las derechas. Un joven socialista, inmigrante y musulmán logró construir mayorías con propuestas claras, militancia territorial y una lectura precisa del malestar social. Su triunfo interpela también a nuestras latitudes: confirma que la única alternativa al autoritarismo neoliberal no es el repliegue al centro, sino el coraje político para disputar sentido y transformar la vida cotidiana del pueblo.

Con una plataforma audaz y nítidamente de izquierda, Mamdani se impuso en las urnas con más del 50% de los votos, convirtiéndose en el primer alcalde musulmán y el más joven en la historia de Nueva York, asestando dos golpes al mismo tiempo. Por un lado, al presidente Donald Trump, que se había metido de lleno en la contienda por la alcaldía de su ciudad natal, apoyando públicamente al exgobernador Andrew Cuomo, que tras perder la interna demócrata con Mamdani, decidió presentarse como independiente. Y por el otro, al establishment de su propio partido, que, aunque se encuentra en una crisis existencial y sin rumbo aparente después de la derrota de Kamala Harris, parece estar más preocupado en frenar el avance del ala socialista encabezada por Bernie Sanders, que por poner un freno real a Trump en su segundo intento de “hacer a América grande otra vez”.

Cuando Mamdani anunció el año pasado su intención de competir en la interna de su partido, contaba con apenas un 1% de intención de voto. Cuando en junio de este año se impuso cómodamente frente a sus pares demócratas, todas las alarmas se encendieron.

De manera muy similar a cómo se metió a jugar antes de las últimas elecciones legislativas en nuestro país, mediante la burda extorsión de supeditar el rescate económico al triunfo de Milei, y hace unos pocos días en las elecciones en Honduras con el apoyo al empresario derechista Nasry Asfura, Trump también extorsionó a los habitantes de Nueva York amenazándolos con retacear fondos federales en caso de que el candidato “comunista” se anotara el triunfo.

No fue el único recurso que utilizó para intentar torcer un resultado que las encuestas, esta vez sí, anticiparon correctamente. También buscó influir sobre los votantes judíos, en la ciudad que más población concentra en el mundo después de Tel Aviv, planteando que cualquier judío que votase por Mamdani sería un “estúpido”, tergiversando sus históricos pronunciamientos en contra del sionismo y su inequívoca denuncia del genocidio en Gaza – y obviando que de igual manera advierte contra la creciente ola de antisemitismo que resurge-. 

Apoyó también públicamente a Andrew Cuomo, un político con mucho recorrido y años de gestión, a la que tuvo que renunciar por presión del entonces presidente Joe Biden a raíz de varias denuncias de acoso sexual. Cuomo, con larga trayectoria, buena relación con el círculo rojo y con mucha facilidad para recaudar fondos de campaña, apuntaba a relanzar su carrera política tras el escándalo. Para que no quede ninguna duda de la desesperación con que Trump buscó bloquear la llegada a la alcaldía del joven musulmán, intentó por todos los medios que el derechista Curtis Sliwa, candidato por el partido republicano, bajara su candidatura, para no dividir voto opositor y atentar contra la performance del exgobernador.

Hasta el polémico actual alcalde, Eric Adams (demócrata), jugó contra Mamdani. Y la lista sigue, pasando por Elon Musk que advirtió a los republicanos a no votar por Sliwa para no tirar el voto a la basura. 

Sin embargo, nada de eso alcanzó para que en una ciudad que el propio Mamdani ha descrito como progresista, diversa, inmigrante, sindical, culta, etc., el joven socialista pudiese, interpelando a todas las partes, construir una propuesta política que se mostró atractiva para el conjunto.

Pero primero… ¿quién carajos es Zohran Mamdani?

Zohran Kwame Mamdani nació en Kampala, Uganda, en 1991. Hijo de la premiada cineasta Mira Nair y del académico especializado en estudios poscoloniales Mahmood Mamdani, ambos nacidos en la India. Ambos también con pasado en la Universidad de Harvard. 

La familia Mamdani se trasladó a Nueva York cuando Zohran tenía siete años, allí hizo sus estudios y se graduó luego en Estudios Africanos. Durante los años de su licenciatura desarrolló una militancia estudiantil pro-Palestina.

Antes de lanzarse a la política, trabajó como asesor de vivienda en Queens, ayudando a propietarios de bajos ingresos a enfrentar los desalojos por hipotecas.

Fanático del hip-hop, se dio el gusto de hacer una experiencia como cantante de rap, grabando incluso algunos EP bajo el seudónimo de Young Cardamom (Jóven Cardamomo).

Como tantos otros jóvenes neoyorquinos, fue influenciado por el movimiento Occupy Wall Street, que tras la crisis financiera del 2008 denunciaba la desigualdad económica y la codicia corporativa.


Su acercamiento a la política de Nueva York fue como voluntario en la campaña de Ali Najmi para la elección especial de 2015 para el Concejo Municipal y en 2017, se unió a los Socialistas Democráticos de América y trabajó en la campaña del candidato también al Concejo, Khader El-Yateem.

Más tarde, en 2019, se postuló para representar a su distrito en la Asamblea Estatal, contando con el apoyo de los Socialistas Demócratas de América, el reagrupamiento de izquierda al interior del Partido Demócrata que integra la diputada por Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez y que se referencia en el senador independiente de Vermont, Bernie Sanders.

Propuestas claras y a caminar los barrios

Más allá de confrontar con el discurso y la política del presidente Trump, la campaña de Mamdani tuvo un carácter municipalista. Su mensaje fue claro y directo. Puso en el centro de su discurso el costo de vida de los habitantes de la ciudad más rica del mundo y presentó una serie de propuestas destinadas a hacerla más asequible.

Cabe decir, que en tiempos donde los consultores políticos le asignan mayor relevancia a la presencia en las redes sociales que en el territorio, la apuesta fuerte pasó por el despliegue de un colectivo de aproximadamente cien mil voluntarios que se colgaron la campaña al hombro y que recorrieron barrio por barrio, golpeando puerta por puerta, dando a conocer al ignoto candidato y sus propuestas disruptivas. La capacidad de reunir esa militancia se explica, más allá de la carismática y prometedora figura del ex rapero, en un gradual, pero sostenido, proceso de radicalización de un importante sector de las bases, particularmente jóvenes, del Partido Demócrata, que posiblemente encontraron en el joven candidato una fuente de energía militante.

Si bien no abandonó el terreno virtual, eligió bien sus redes: Instagram y Tik-tok, donde el discurso es más unilateral y dónde se concentran los usuarios más jóvenes. Se mantuvo bastante alejado de la red X (ex Twitter) del multimillonario y hasta hace 5 minutos aliado de Trump, Elon Musk, entendiendo que allí el algoritmo sería particularmente hostil y dónde se corre el riesgo de que se generen corrientes de opinión negativas. Aunque es cierto que su primera manifestación pública tras conocerse los resultados el 4 de noviembre fue un twitt, y se trató de un muy breve video, grabado desde el interior de un vagón del subte, y cuando la puerta se abre se escucha una voz en el parlante que anuncia “próxima y última parada, el Ayuntamiento”.

Entre las propuestas de Mamdani se destacan el planteo de congelamiento del precio de los alquileres regulados hasta el año 2030. También la construcción de un parque de 200.000 viviendas estatales, lo que permitiría alquilarlas a precio regulado, al mismo tiempo que mitigar la presión sobre el precio de los alquileres mediante el aumento de la oferta.

También incorporó el tema de cuidados y le asignó un lugar de relevancia, planteando la creación de un programa universal de cuidado gratuito, desde las 6 semanas de vida hasta los 5 años, garantizando calidad educativa y aumentando el salario de los y las trabajadoras del sector hasta equipararlos con el personal docente de escuela pública. ¡Una política feminista, si las hay!

La creación de supermercados municipales sin fines de lucro, uno por cada distrito, que permita el acceso a alimentos de calidad y bienes de consumo popular a precios bajos.

Respecto del transporte, planteó no solamente la gratuidad del servicio de autobuses, sino el mejoramiento del servicio, ya que hace años que la ciudadanía padece un sistema de autobuses que hace recorridos limitados y con una frecuencia baja. Además de proponer algunas reformas que reduzcan el tráfico en las zonas propensas a embotellamientos.

Su propuesta incluye el aumento del salario mínimo, llevándolo a U$D 30 por hora para el 2030.

Como alternativa al modelo policial tradicional, propuso la creación de un Departamento de Seguridad Comunitaria, enfocado en la prevención.

Para hacer frente al costo de todas estas propuestas, planteó también una reforma tributaria, que aumente los impuestos a los sectores de ingresos más altos, al mismo tiempo que eleve las tasas corporativas para las grandes empresas que tengan base en la ciudad.

También hizo un planteo de modernización del Estado (que nada tiene que ver con el desguace que en nuestro país impulsa Federico Sturzenegger) planteando la eliminación de algunos aspectos burocráticos, la simplificación o eliminación de trámites, etc., en clave de mayor accesibilidad al Estado y no de su destrucción. 

Cuando sus adversarios intentaron sacarlo del juego con calumnias o desprestigiándolo a partir de distintas posiciones que tuvo sobre algunos temas en el pasado, no cayó en provocaciones, pero tampoco se desdijo de nada, se mantuvo firme, disciplinadamente, aferrado a su discurso y su propuesta. No ocultar de dónde viene ni cuáles son sus ideas, aunque algunas pudieran aparecer como “pianta votos” le redituó electoralmente, ya que mostraron su honestidad y su coherencia.

Con una campaña de cercanía y con propuestas que la ciudadanía entendió venían a reparar problemas graves de todos los días, que padece hace mucho tiempo, logró captar el voto demócrata y pescar también fuera de esa pecera. Interpeló a los latinos, a los árabes, a los laburantes, etc.

¿Que expresa el triunfo de Mamdani y por qué debería interesarnos a nosotros acá bien al Sur?

Hace muchos años que las expresiones políticas a las que les toca, por convicción u obligación, enfrentar a las derechas, se vuelcan mayoritariamente al centro. Lo hemos visto en muchas partes, también en nuestro país. El triunfo de Mamdani muestra que correrse a la derecha no solamente no es la única estrategia posible, sino que parece ser la incorrecta.

Cuando los simpatizantes de Trump tomaron el Capitolio en enero de 2021, no era nada descabellado pensar que la carrera política del entonces expresidente había llegado a su fin. Tan solo cuatro años más tarde, volvería a la Casa Blanca, tras un triunfo contundente sobre Kamala Harris, ganando el colegio electoral, la mayoría popular y el Senado, lo que constituyó un triunfo categórico y algo poco frecuente en la dinámica electoral yanqui. Y lo hizo redoblando la apuesta, recrudeciendo los aspectos más corrosivos de su discurso, prometiendo intensificar varias de sus políticas más regresivas y sin mostrar ningún tipo de arrepentimiento por el daño que les había infligido a las instituciones democráticas de las que fue su máxima autoridad. Un año después, un candidato socialista, inmigrante y musulmán gana la alcaldía de la ciudad más rica y poblada de los Estados Unidos, la misma que vio a Donald Trump nacer y amasar su fortuna. Todos estos hechos son la muestra más cabal de que la inestabilidad política es el signo más profundo de esta época. Trump es la síntesis de un auge de las derechas que no surgió de un día para otro, sino que se cocinó por años a fuego lento, y que se despliega en un escenario que tiende a la polarización. Querer ocupar el centro para disputar a esas derechas es un error, no solo desde un punto de vista ideológico, sino político: en el centro hay cada vez menos gente, y, por consiguiente, también cada vez menos votos. A la vez, en muchas ocasiones, implica negar la propia identidad política.

Mamdani no solamente se asume abiertamente como un frontal opositor a la gestión de Donald Trump y sus políticas, sino que él mismo, en su persona, parece concentrar todos aquellos rasgos que constituyen el enemigo imaginario -o real- que Trump delinea en sus intervenciones y en las expresiones de odio que vomita cotidianamente. Casi como si le hubiesen pedido a una inteligencia artificial que esbozase al sujeto antagónico a Trump: socialista, joven, intelectual, musulmán, inmigrante, feminista, etc. Solo le faltaría ser mujer, lesbiana y andar en silla de ruedas para ser la peor pesadilla del magnate -y también de Milei-. No se trató solamente de sus propuestas que, insistimos, fueron disruptivas, de izquierda, y, sobre todo, tocaron de manera notoria una fibra en el corazón del pueblo neoyorquino. Se trata también de lo que Mamdani expresa, de lo que Mamdani es.

Mamdani no asumió aún la jefatura neoyorquina, lo hará el primer día del año que viene, cuando el ex agente de policía Eric Adams abandone la oficina. Y aunque su gestión resulte todavía una gran incógnita -por eso de que en la cancha se ven los pingos- pero también, y sobre todo, porque se chocará rápidamente con límites y trabas que deberá sortear cuando quiera llevar a la realidad algunas de sus promesas de campaña que requerirán legislaciones o decisiones del ejecutivo del Estado, que aunque en manos demócratas, no parece mostrar particular simpatía por el programa que llevó a Mamdani a la alcaldía, ya ha dado algunas señales esperanzadoras.

Ya en su discurso de victoria en el bunker de campaña, confrontó con Trump. Muchas veces los discursos tras las elecciones, sobre todo cuando se ganan, suelen ser el momento de suavizar los enfrentamientos, de tender puentes con los adversarios, etc. Mamdani no hizo nada ni remotamente parecido. Interpeló a Trump pidiéndole “que suba el volumen del televisor” para escuchar su mensaje con claridad: que la ciudad de Nueva York es una ciudad de inmigrantes, que seguirá siéndolo, y que a partir de ese momento sería además gobernada por uno de ellos.

Días más tarde, los trabajadores de la cadena de cafetería Starbucks declararon la huelga en reclamo de contratos justos, salarios más altos, más personal y el fin de represalias; Mamdani, alcalde electo, los apoyó públicamente, acompañó un piquete sindical junto a Sanders y se plegó además a una campaña de boicot a la empresa llamando a sus seguidores en las redes sociales a no comprar productos de la empresa mientras continúen las medidas de fuerza.  

Falta mucho, pero las señales hablan de alguien que pareciera estar dispuesto a equiparar con hechos su valiente discurso.

Crear dos, tres, muchos Mamdanis

Las particularidades de la ciudad de Nueva York y su electorado imponen cautela a la hora de querer imaginar escenarios similares a lo largo y ancho de Estados Unidos, e incluso más allá. Y así como la obtención de la alcaldía fue recibida como un espaldarazo a los socialistas demócratas y su estrategia, hay que decir que fue coincidente con otros triunfos demócratas, por ejemplo, en Virginia y Nueva Jersey, protagonizados por candidatas moderadas y de centro. Es decir, ambos sectores pueden llevar agua para su molino tras los comicios.

De cualquier modo, el agrupamiento de izquierda al interior del Partido Demócrata buscará apuntalar su construcción intentando reaplicar la fórmula que se mostró eficaz en la ciudad más poblada de Estados Unidos: no basta con oponerse a Trump, hay que plantear una alternativa clara y concreta que apunte a revertir el empobrecimiento y el empeoramiento de las condiciones de vida del pueblo, que se agravó con la primer presidencia de Trump, que la gestión demócrata de Biden no revirtió, y que con la nueva administración trumpista parece no tener fin. Y representar aquellos sectores que el gobierno ataca, persigue o simplemente desprecia, catapultando en el proceso a alguna de sus caras más importantes hacia la todavía muy lejana próxima contienda presidencial, ya sea que se trate de Sanders, de Ocasio-Cortez o de alguna referencia que pueda emerger intempestivamente como lo hizo el propio Mamdani, quien, por no haber nacido en territorio estadounidense, no puede aspirar sentarse en el sillón de la oficina oval.

La experiencia del fenómeno político de Mamdani ofrece lecciones valiosas que pueden echar luz a nuestra realidad, en medio de la crisis de representación que se vive actualmente, tanto en la política como en las formas en que la ciudadanía delega su poder. Es crucial encontrar maneras de movilizar lo común más allá del simple acto electoral, fomentando un círculo virtuoso de militancia potente con convicciones firmes. Para ello, es imprescindible sostener ciertas banderas, pero acompañarlas de propuestas claras destinadas a cambiar la vida de las mayorías que hace tiempo enfrentan el deterioro de sus proyectos vitales. Ello no es posible sino de la mano de una dirigencia que asuma la responsabilidad histórica de esta etapa, humilde, que no sea temerosa de asumir los cuestionamientos que se le debe formular al capitalismo salvaje y a toda forma de política neocolonial, fascista o genocida. Para representar a las mayorías y conquistar el corazón de la militancia, se necesita coraje y la convicción de que solo sintiendo y siendo parte de los conflictos en los que las derechas autoritarias involucran al pueblo es posible representarlo. 

El triunfo de Mamdani demuestra que una agenda abiertamente de izquierda puede ganar incluso en el corazón del imperio.

Trump y el establishment demócrata coincidieron en intentar frenar a Mamdani, pero la militancia territorial inclinó la balanza.

Sus propuestas —vivienda pública, control de alquileres, cuidado universal, transporte gratuito— conectaron con necesidades concretas del pueblo neoyorquino.

Mamdani encarna todo lo que las derechas odian: es socialista, joven, inmigrante, musulmán, feminista y sindicalista. Y ganó.

La experiencia Mamdani enseña que solo con convicciones claras, militancia activa y propuestas de transformación real se construyen mayorías.